Por: Sandra Marbán, Coach Familiar.

La importancia de haber nacido mujer estoy segura que sería exactamente la misma que si hubiera nacido varón; mis padres y hermanos me amarían igual, hubiera vivido en las mismas casas, habría ido a los mismos colegios… ¡vaya! Ser fémina es igual de importante que ser varón… y ése es ¡el punto!.

Esos discursos de… “nosotras somos más valiosas porque damos vida”, hasta donde tengo entendido, las fregonas de “nosotras” seguimos necesitando de un espermatozoide; o esos de “somos fuertes, empoderadas, guerreras”; también hay hombres “sensibles, vulnerables y que requieren ayuda” y no andan por ahí vociferando con el ánimo de convencer para que se les reconozca de esta manera. Hombre y mujer, dualidad perfecta, tan valiosos como importantes somos cada uno.

Lo que soy, ¡se nota!, no necesito gritarlo a todos, sí necesito hacerlo valer cuando hay ciegos sociales que no quieren reconocer, pero ¡distingamos!, porque parece que estamos cayendo en el “dime de qué presumes y te diré de qué careces”, en lugar de realizar acciones asertivas para situaciones concretas.

Esta lucha de superioridad que está tan de moda, se encuentra notablemente alejada de la lucha por la equidad. Si bien es cierto que aún en nuestro tiempo suceden acontecimientos graves de misoginia como mutilaciones, feminicidios; y otros que por ser cotidianos, no los consideramos tanto pero que son igual de denigrantes como: la falta de mujeres en puestos directivos, o un salario menor por ser mujer, o el típico “que lo haga ella porque como es mujer, es más responsable”. También es cierto que la esencia de la lucha debe ser por los derechos humanos, cualesquiera que estos sean, porque mujeres, varones, ancianos, niños, personas con discapacidad, todos somos igual de importantes, así que eso de obligar a que en los empleos haya una distribución 50% en cuanto a género, no resuelve nada… por capacidad es porque deben asignarse los puestos.

Esas voces desgarradoras tipo Lupita D´Alessio o Paquita la del Barrio, que no evidencian una lucha por los derechos de la mujer, sino una pelea constante contra los varones, un querer ocupar su sitio, demuestra el poco valor que nosotras mismas nos damos, si somos tan valiosas siendo mujeres… ¿por qué tratamos de parecer hombres?; y que quede claro que no digo que las mujeres hagamos y ocupemos el sitio laboral, profesional, educativo, deportivo, etc.; que queramos, pero que sea por eso…. ¡porque queramos!, no por demostrar algo.

Hay muchas mujeres pensando que si un hombre te abre la puerta, te paga la cuenta, te brinda su abrigo o te ofrece su ayuda en cualquier otra cosa, es un atentado contra su fortaleza como mujeres, es una ofensa que te trate como débil, monetariamente incapaz, físicamente inferior, etc.; ¡los varones ni siquiera piensan tantas cosas y menos tan rápido!, sin ofender, pero ellos son prácticos, solo lo hacen como una muestra de cariño; y para mí eso está ¡perfecto!, porque tan mujer soy y tan segura estoy de mi valía, habilidades y capacidad que un detalle de esta naturaleza lo tomo como es, algo lindo y lleno de caballerosidad; y ¡lo agradezco!; agradezco que en este mundo tan violento haya muestras de cordialidad.

Pero estamos tan susceptibles que todo los tomamos profundamente personal; y sí, también soy capaz de dar esos detalles, o bien preparar una cena linda, comprar un libro de comics, mandar mensajes cursis y no me hace débil, ¡al contrario!, confirma mi esencia; y si al hacerlo bajo la guardia y me muestro vulnerable, pues señal de que ¡soy valiente y más fuerte aún!, porque sabiendo que me puedo equivocar, aparejada está mi seguridad de que me voy a levantar.

La lucha por la injustica que sufren las mujeres, es maravillosa, no hay algo que aborrezca más que la injusticia y cuando alguien se aprovecha de otro por su condición, la que sea, es lo más despreciable.

Sin embargo, para triunfar en esta lucha, empecemos por dejar de ser prisioneras de nosotras mismos, antes “crucificaban” a la mujer que manifestaba su deseo de estudiar, trabajar, tener desarrollo profesional…. Hoy, a cualquiera que se le ocurra decir que su proyecto de vida es ser mamá, esposa, ama de casa, se le “acribilla” socialmente y son las mismas mujeres las que empiezan con la crítica y a demeritar dicha actividad, ¡por fin! ¿somos libres de decidir lo que queremos hacer o solo ha cambiado el paradigma de lo que “debemos” hacer?.

El proyecto y la función que realiza cualquier mujer es importantísimo, tanto luchábamos por salir del hogar, que ahora vivimos en una sociedad que no tiene madre, ¡literal!; se nos olvidó formar familias, se nos olvidaron los niños en casa, no hubo quién les brindara amor y cariño; y si, afortunadamente también están los papás, pero la mayoría de los varones, por naturaleza, son menos sensibles… nada como una caricia de mamá.

Y si no quieres tener hijos… ¡perfecto!, tampoco está mal, ni eres menos mujer; y te agradezco toda la entrega que le pones a tu trabajo, pero si los tienes, te recuerdo que son tu prioridad… si, si lo son; está padrísimo eso de “primero fui mujer”.. ¡si!, pero ahora eres mamá y no por elección de tus hijos, pero si son quienes te necesitan y la sociedad lo demanda a gritos, necesitamos mamás, las mamás formadoras que educaban, que inculcan buenos principios, que regañan y enseñan que la honestidad es importante, porque ¡aguas! con que te cayeran en la metira…. Fashionistas, trendywoman , influencer, amigas buena onda… hay muchas; y mamás conscientes y comprometidas cada vez menos.

Sin bien es cierto que hubiera sido igual de importante que hubiera nacido varón, agradezco a Dios todos los días, lo maravilloso que es ser mujer, porque me entrego en cuerpo y alma al trabajo, amo estudiar y leer, lucho todos los días por defender la justicia, y mientras no tengo hijos propios, me encantó colaborar en la formación de ajenos que siempre sentí míos, pero aún con todos esos cargos, trabajos, mis estudios de maestrías, cursos, etc.; planchar la camisa de un varón no me pesa, servirle la cena se me hace lindo; y jamás me hará sentir menos. Me gusta ser mujer, con todos mis cambios y locuras, porque sí, soy hormonal y cuando estoy en el periodo puedo ser insoportable; porque sí, muchas decisiones las he tomado con el corazón, para bien y para mal; porque sí, después de los treinta sufro más con mi metabolismo, porque lloro, canto, bailo en pijama en las mañanas, amo con locura y soy la más cursi; y no pasa nada con decirlo, ¡al contrario!, aceptar y quererme como soy, me hace una mejor persona, porque conozco mis lados flacos y trabajo en ellos. Sí, ser mujer trae todo eso y aquellas que siguen diciendo que no, son las primeras que se desprecian.

Las mujeres empezamos siendo prisioneras de nosotras mismas, de nuestras expectativas, de nuestro perfeccionismo y apasionada competencia; empecemos a ser libres sabiendo decir ¡NO!, con consciencia, sin bemoles, sin el “le dije que no, para que me rogara poquito, porque al final le iba a decir que si”. NO es NO, sin culpa, sin miedo, con seguridad.

Mujer… ¡libérate! Pero de ti misma, se lo que quieres ser y disfruta lo que eres.