Por : Sandra Marbán, Coach Familiar

… ¡No pasa nada!, son las primeras frases que la mayoría de nosotros decimos cuando queremos empoderar emocionalmente a alguno de nuestros seres amados se encuentra en crisis; y que quede claro que nuestras intenciones son las mejores, pero lejos de apoyar y empatizar, tratamos de imponer (a veces, de forma inconsciente) una razón aminorando lo que para la otra persona está significando algo preponderante.

La semana pasada tratamos el tema de protección civil y los planes de contingencia, en esta ocasión vislumbraremos otra fase de esta situación de emergencia: los primeros auxilios emocionales.

Una crisis, de acuerdo a la Real Academia Española, en su última actualización, es un cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una situación, o en la manera en que estos son apreciados.

Tomando esta definición como referencia, nos queda claro que todos pasamos o estamos pasando alguna crisis, ya sea por cuestiones de edad, por cambio o falta de empleo, alguna alteración en la salud, cambio de pareja, etc.; diversas son las razones que pueden generarnos un cambio abrupto y una reconstrucción de nuestra propia persona.

De forma general, y equivocada, la crisis se percibe como algo negativo, por la incertidumbre que genera y el miedo que ello provoca, sabernos y sentirnos vulnerables no es la mejor sensación; y tampoco lo es el ver a uno de los nuestros pasando por algo así, cuando encontramos que alguien está en este proceso de cambio abrupto, en automático nos sale el típico: Tranquilo, no pasa nada, cálmate; queriendo ser esperanzadores y empáticos, pero si analizas lo que has sentido cuando alguien te ha dicho esa frase mientras pasas por una situación difícil, reconocerás que no es el mejor aliento e incluso, en ocasiones resulta molesto.

Entonces, ¿Cómo auxiliar al alguien que se encuentra en crisis?; en primer lugar, identificar el tipo de crisis por la que se está atravesando, si fue un evento repentino que provocó una crisis histérica, con llanto, gritos, deseos de huir o si es algo que se ha prolongado provocando falta de energía, mutismo, dificultades para conciliar el sueño, etc.

Si se trata de una crisis histérica, sigue primando el principio de salvaguardar tu propia vida, si la persona en crisis tiene algún elemento que puede provocar daño físico es importante que, si no tienes la capacitación para realizar la maniobra adecuada, busque la ayuda de expertos.

Si la persona a la que se pretende apoyar, se encuentra en riesgo o lesionada, antes de procurar los primeros auxilios psicológicos, deben procurarse los primeros auxilios físicos, salvaguardar la vida es lo más importante.

Una vez identificada la crisis y sin que haya un riesgo hacia tu integridad, es importante brindar apoyo en empatía. Empatía no quiere decir tender la mano al otro desde tu posición, empatía es ponerse en el lugar del otro, procurar entender y sentir lo que el otro está viviendo; es ponerse a su mismo nivel (desde el equilibrio en el que te encuentras), incluso cuando se trata de niños o de personas que son más pequeñas que tú, es fundamental buscar la manera de que tus ojos y los suyos queden al mismo nivel.

Si la ayuda se va a prestar a un extraño es importante, presentarnos, “Hola… mi nombre es… y estoy aquí para apoyarte…”, si a uno de nuestros familiares o amigos, nos saltamos la presentación y nos pasamos a nuestra posición; la postura es muy importante en nuestra intervención, recordemos que el lenguaje corporal dice mucho a las personas, además de que no sabemos cuánto tiempo pueda demorar este apoyo y es importante encontrarnos cómodos.

Sentarse frente a la persona en crisis siempre será una buena opción, en la posición correcta para verse a los ojos, con los brazos y piernas sin cruzar, demostrando que estamos dispuestos a escuchar y que todos nuestros sentidos estarán encaminados a apoyar; tono de voz, firme pero cordial y amable, decir cosas como “corazoncito”, “chiquita”, ”mi niño”, ”bebé”, “mi amor”… etc., no son ideales en esta situación, el apapacho no viene en los vocablos, proviene del acompañamiento, si queremos empoderar a la persona, hacerlo sentir “chiquito” no es la mejor opción, hablar por su nombre siempre será lo ideal.

Otro aspecto que se debe tomar en cuenta es permitir que la persona exprese sus emociones (siempre y cuando no lo haga lastimándose o lastimando a los demás) llorando, hablando, gritando, algo que debemos estar monitoreando es su respiración, cuando nos alteramos nuestra respiración también lo hace; así, procurar un ritmo correcto de la respiración contribuirá a un mayor control de la situación, además evitaremos que las personas hiperventilen y se desvanezcan.

Cuando limitamos el llanto o emitimos nuestra opinión anticipada y no solicitada, además de interrumpir el proceso, no lograremos tener la información necesaria para brindar apoyo e incomodaremos a la persona, generando que pueda cerrarse y no permita el acompañamiento; lo más recomendable, es decir: “aquí estoy, para ti y lo que necesites, si me permites quiero acompañarte”.

Una vez que la persona haya expresado la situación que la tiene en crisis y lo que siente, nuestra actitud no debe ser directiva : “deberías”, “si yo fuera tú”, “lo mejor sería”, “te dije”,…a nadie le cae bien un sabelotodo y menos cuando se está pasando por una situación complicada; si lo que buscamos es empoderar a la persona, es importante que note que creemos en su capacidad para resolver sus propias situaciones y cada uno debe hacerse responsable de lo que decida; es por ello que la mayéutica es un buen método en este tipo de intervenciones: ¿Qué consideras que puedes hacer al respecto?, ¿Cuál crees que podría ser una solución?, ¿Qué te gustaría hacer ahora?, motivar la racionalidad de las personas cambia su foco de lo que se siente a lo que se piensa, aunque siempre es importante monitorear las sensaciones; verbigracia: ¿Qué sientes? -angustia; ¿Qué es lo que te angustia?, ir guiando a la persona para encontrar las soluciones frente a su situación.

Para demostrar el verdadero acompañamiento, éste debe expresarse y al mismo tiempo debe cuestionarse cómo se desea ese apoyo: ¿Qué necesitas de mí?, ¿Cómo te puedo apoyar?, en ocasiones, las personas solo queremos ser escuchadas, no requerimos un consejo, ni un abrazo, solo que alguien esté ahí y cualquier opción es aceptable, pero sobretodo debe ser respetada. En ningún momento debe generarse el contacto físico, a menos que la persona lo solicite, así que las palmaditas, la “sobadita de espalda”, el abrazo, no forman parte de esta intervención, procuremos que la persona se sienta lo más libre de expresarse, de desahogarse, recordemos que solo estamos acompañando y ese es el mejor apoyo.

La intervención de primeros auxilios puede durar unos minutos o incluso horas, la empatía, el lenguaje corporal, el no engancharse en la situación ajena, son claves para un adecuado acompañamiento.

Si tienes dudas o quieres saber más al respecto, escríbeme a:  sandramarban.coachfamiliar@gmail.com